La Forja de una Leyenda

Mochizuke Houzuki nació en el seno de una familia de ninjas, en el clan Houzuki, una familia normal en un clan normal hoy en día.

Desde pequeña algo debió pasarle porque siempre ha sido la rarita, cuando todo el mundo está serio ella siempre está enérgica y parece que vive en una burbuja. Es por esto que en su familia no se le ha tomado nunca en cuenta, en la vida shinobi estas características no están bien vistas, no sirve de nada estar alegre, ni ser extrovertida, ni gritar a los cuatro vientos que esa señora que no para de fumar aún no te ha servido el ramen que has pedido...

Desde pequeña destacó por su largo pelo azul y sus facciones muy bonitas. Querían casarla con alguna familia noble o con dinero, pero todos rehuían siempre al conocer su personalidad.

Su padre, Satoru Houzuki, se pasaba el día en la forja, preparaba las armas del clan para la guerra. Esto a Mochi le fascinaba y pasaba horas con él viendo como usaba el fuego y el metal para esculpir obras de arte que le encantaban. Aprendió a apreciar un arma de buena calidad y bien creada, y con tanto tiempo con su padre forjaron unos lazos muy fuertes, era la niñita de papá, el único que le demostraba afecto y apreciaba su personalidad.

Un día hubo una reyerta dentro del clan, que fue escalando hasta acabar con la vida del padre de Mochi. Del saqueo posterior que ocurrio en la casa de Mochi, lo unico de valor que ella pudo recuperar de él fue la espada de este, una katana que aun atravesaba su cuerpo cuando lo descubrió.

La madre de Mochi que ya de por si no le prestaba mucha atención, se casó con el hermano de su padre y dejó a Mochi completamente de lado, pero a esta no pareció importarle, ya que ahora que no tenía a su padre empezó a forjar lazos con sus armas, especialmente esa Katana sangrienta que recuperó.

Esto hizo que Mochi perfeccionase el uso de las armas, a la vez que desarrollaba una obsesión por estas y les iba dando personalidad a cada una, con las que hablaba y les ponía voces.


A Mochi le encantaba entrenar en el bosque, alejada de todo, rodeada de animales con los que se sentía acompañada e intentaba comunicarse. Ella cuidaba al bosque y el bosque la cuidaba a ella, aunque los animales a veces se sentían incómodos con sus abrazos y sus gritos desproporcionados.

Los animales no tardaban en huir de ella, pero un día encontró un animal extraño que nunca había visto pegado a un árbol. En cuanto lo vio chilló de ternura:

"AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH PERO QUE MONO ESSSS!!!"

Y para su sorpresa, el animal a penas se movió. Era una especie de perro marrón con las patas alargadas que se colgaba del árbol y se movía despacio.

Mochi se tomó la pasividad de la criatura como un consentimiento de acercamiento y rápidamente lo agarró y dio vueltas con él. El perezoso, aunque lento, no tardó en asestarle un garrazo en la cara, dejando una herida profunda que a día de hoy permanece como una cicatriz oculta entre su largo pelo, en su mejilla derecha.

Pero esto no hizo que Mochi se enfadase o se echase atrás, abrazó al perezoso con más fuerzas y exclamó: "Que guayyyyy si hasta tienes cuchillas en lugar de manos! Te voy a llamar garritas!!!"

Y de esta forma empezó a formarse una relación de amistad inseparable, porque cada vez que el perezoso intentaba huir, Mochi le pillaba rápidamente, viendo los intentos de huida como un juego.
Con el paso de los años, Garritas vio que Mochi lo cuidaba y lo alimentaba, empezó a sentirse cómodo en la cabeza de la chica, viviendo aventuras juntos.