La Historia de Uchiha Natsumi

Konoha se convirtió en el blanco de las demás aldeas.

Ninja heridos y muertos quedaron postrados en el portón.

Natsumi, arrodillada ante ellos, hizo lo posible por ayudarlos.

Un fatídico día fue atacada junto a sus compañeros, saliendo mal parados.

La villa estaba en constante peligro.


Revan, aunque a veces la sacara de sus casillas, era un buen amigo, y juntos decidieron formar equipo.

Hablaron con Ikki y Tatsuhiro, y los cuatro fundaron el segundo equipo oficial de Konoha, Kasetsu no Butai.


Poco después el Hokage, Kakashi, anunció la Gokage Kaidan, una celebración donde los Kage se reunirían para discutir sus diferencias.

Los orgullosos Genin de la Hoja fueron enviados a recoger cargamento en las afueras, cuando se toparon con numerosos ninjas de otras naciones.

Hubo un destello en el cielo, y de repente, el Raikage y Tsuchikage aparecieron, enfrentándose.

Por lo visto Kakashi no les había invitado a la reunión y estaban furiosos.

Todo el terreno estaba a punto de ser destruido, pues el Tsuchikage quería poner fin a la situación y no atendía a razones.

Natsumi y varios más intentaron detenerlo (Ichi, lanzándole manzanas a la cabeza), pero fue en vano.

Hasta que Revan, el muy idiota, se plantó delante del Tsuchikage, el cual estaba a punto de volarlo todo por los aires con un extraño prisma.

Se iba a sacrificar intentando salvarlos.

El cuerpo de Natsumi reaccionó solo, dio un sprint hacia él, le agarró del brazo y de un saltó evadieron el peligroso ataque.

Finalmente el cargamento de comerciantes llegó a la aldea mientras ellos huían del lugar.

Al llegar a casa, Natsumi recordó una extraña sensación al frotarse los ojos.

La reunión de los Kage tuvo un giro inesperado, y el Mizukage acabó envenenado.

La alianza entre Sunagakure y Kirigakure terminó, pero las tensiones entre las diferentes naciones no desaparecieron.

El implacable Uchiha, era un temible dictador en la Niebla, y proclamó la guerra entre las tres aldeas.

Varios de los compañeros de Natsumi no regresaron nunca a casa.


Tras la masacre, los habitantes de Konoha se pusieron en marcha para reconstruirla.

Hubo una inmensa mejora en las edificaciones.

Todo parecía tomar un buen rumbo de nuevo.

El Hokage estaba a salvo, pero dos presencias parecían inquietar a la Genin.

La primera fue la de un ANBU, llamado Itachi, que al parecer era el Uchiha más extraordinario.

No se sabía mucho de él, pero era fiel al Hokage y leal a la aldea.

La segunda era la de Orochimaru, un Jounin peculiar que parecía despertar la curiosidad de la chica.

Pensaba en ambos mientras entrenaba, mientras curaba a los enfermos, y mientras visitaba la tumba de su hermano.

Sus manos solían temblar cuando tenía miedo de pequeña.

Desde que obtuvo el Sharingan, solamente puede apretar sus puños, y acumular su rabia.


Zenmetsu se convirtió en el nuevo líder del clan.

En la primera reunión que tuvo lugar en el Santuario Nakano, ocurrió un suceso de lo más inusual.

Dos Uchiha, que eran altos cargos de la aldea, aparecieron.

Amenazaron a Zenmetsu y a las jóvenes que lo acompañaban.

Eran miembros de su aldea y clan, y, sin embargo, les repudiaban.

Natsumi podía reconocer esas miradas de odio, recordándole a las de algunos habitantes de Konoha.

Sus ojos parecían estar malditos para los demás.

Quería ser leal a su aldea y clan, pero ambas partes parecían distanciarse por momentos.

¿Qué iba a hacer si hasta su propia familia intentaba destruirla?

No es del todo cierto, pensó. Todavía quedaba gente que la quería.

Gente que se preocupaba por ella y la protegía.

Evitó pensar en su hermano esta vez, debía dejar de aferrarse al pasado.


Su maestro Tatsuhiro y ella se quedaron solos.

Mirando de cara al futuro, deciden fortalecerse juntos hasta encontrar a los compañeros indicados.


El verano está llegando a su fin de nuevo.

Natsumi se encuentra observando el atardecer, mientras se ajusta su armadura.

A su corta edad, se había tenido que enfrentar a difíciles y dolorosas situaciones.

Lo que seguía sin asimilar, es que tiempos peores quedaban por llegar.

Uchiha Myoku...

No podía quitarse ese nombre de la cabeza desde aquel día.

Uchiha... Myoku...


Tras hacer frente al anterior líder del clan, Uchiha Sho, Natsumi obtuvo la horrible verdad.

Su hermano se suicidó por no soportar una terrible carga.

Asesinó a sangre fría a todos los habitantes de un pequeño pueblo del País de la Tierra.

En Natsumi se manifestaron los sentimientos más horribles que jamás habría experimentado.

Confrontó a aquellos de su familia que iban en su contra, junto a Zenmetsu y Aizuki.

Pensó que el saber le aliviaría, pero un gran vacío se extendió dentro de ella.


En su cabeza era como si la realidad se hubiera mezclado con la oscuridad.

Mientras intentaba asimilar lo que había descubierto, se hizo daño a sí misma, y a los demás.

Aunque nuevos impulsos florecieran en ella, La Voluntad de Fuego todavía inundaba su corazón.

Pese a todo, seguía queriendo a sus amigos, y apreciando a sus compañeros.


El padre de Zenmetsu fue asesinado.

Solo hizo falta dar un pequeño vistazo al mensaje de aquel cuervo, para sentir pavor de nuevo.

Los padres de Natsumi no estaban a salvo en Konoha.

Nadie estaba a salvo de su familia, ni de su hogar.

¿Qué diferencia había entre esto y enfrentarse a lo desconocido?

En este mundo solo existía la muerte, y quien dictaba la sentencia obtenía poder, la única salvación posible.


Una vez más, los 3 jóvenes Uchiha se enfrentaron a la sombra de la familia.

Uchiha Myoku, con su temible Sharingan, se dispuso a darles punto y final.

El Santuario Nakano se comenzó a consumir por las llamas.

Todos estaban al límite de sus capacidades, contemplando la posibilidad de ver a sus familiares masacrados.

Uchiha Myoku cayó de rodillas, herido de gravedad por sus quemaduras.

La nueva generación del clan ardía con una fuerza nunca antes vista.

Myoku reveló otra verdad a los pies de los Genin.

Él controló a Yuki para cometer tal atrocidad.

Para después culparle por sus delitos.

Natsumi, se apresuró hacia el hombre moribundo.

No eres nada...

Atravesó su pecho con la katana.

No eres... nada...

Le derribó de una patada y cayó de nuevo.

El Sharingan de Natsumi brillaba con fuerza, clavando en él sus ojos desorbitados.

No eres nada.

Enterró la Katana varias veces en sus vísceras sonriendo, sintiendo una euforia y calma totalmente nuevas para ella.

Este se extinguió en unas extrañas llamas azules antes de exhalar su último aliento.


Antes de que Zenmetsu consiguiera apaciguar las llamas del santuario, Natsumi observó la cara de su hermano una vez más.

Sosteniendo una foto de Uchiha Yuki, varias lágrimas resbalaron por sus mejillas.

Recordó la sonrisa que siempre asomaba al mirarla contemplar las flores.

Recordó las visitas al bosque, donde aprendían sobre los animales y cómo cuidarlos.

Era su hermana pequeña, y junto a sus padres, lo que más quería en el mundo.


"Vuestros ojos son una aberración."

"Os los arrancaremos y se los daremos de comer a los perros."

"Primero iremos a por tu familia, te hemos estado observando..."

"¿Aprecias mucho a la chiquilla verdad?"

Yuki se alejó del lugar, tras recopilar información y escapar.

Sus ojos estaban nublados y solo contemplaba una manera de parar todo aquello en su mente.

Jamás lo conseguiría, pensó, puesto que no sería capaz de algo así.

Quizás con un pequeño empujón podría conseguirlo.

Solo alguien lo bastante sádico, con el suficiente odio en su interior podría.

Alzó la mirada, contemplando a Uchiha Myoku a lo lejos, con una sonrisa en su rostro.

Él era débil, y quedaría a merced del titiritero.

"Perdóname, Natsumi..."


La fotografía ardió entre los dedos de la chica.

Zenmetsu, Natsumi y Kira se disponían a acompañar al carruaje con sus familiares a un lugar seguro.

Una emboscada les esperaba al cruzar el Puente Tenchi.

Varios ninja de Kirigakure rodearon el carruaje, y dos de Iwagakure se enfrentaron a los Uchiha.

Querían obtener venganza, y tras proclamarlo una mujer destrozó el suelo e hizo que Kira y Natsumi se hundieran en este.

Se debatían entre ponerse a salvo y asegurarse de que sus familiares no sufrieran ningún daño.

Estaban en clara desventaja, pero Zenmetsu logró acabar con su adversario, y acudió al combate de sus compañeros rápidamente.

La chica, atacada por la mujer con crueles palabras, intentó controlarse, pero llegó a su límite.

Fue recriminada por asesinar a Myoku, y por ello haber heredado La Maldición, y sucumbir a su odio.

"SÍ, YO LO MATÉ."

"JAMÁS HABÍA SENTIDO TANTO PLACER."

"TE MATARÉ A TI TAMBIÉN, A TODOS VOSOTROS."

Poco después, apareció el Tsuchikage.

Flotando en el aire, volvió a crear un prisma capaz de arrasar con todo a su paso.

La mujer hizo caso omiso a sus órdenes de cumplir con su misión y dejar a un lado las ansias de matar.

Recibió el ataque y tras un destello su cuerpo se redujo a la nada.

Hubo una breve discusión, en la que el líder de la Roca aclaró las intenciones de Natsumi en su mente, y aprisionó a sus compañeros.

La joven le imploró que no lo hiciera.

Se colocó frente a ellos, pero fue en vano.

"Ojo por ojo."

"Las reglas son las reglas."

Tras otro destello, se dio la vuelta y contempló el lugar vacío.

La madre de Zenmetsu ahogó un grito desde el carruaje, y Natsumi cayó de rodillas.

"Jamás olvidaré esto. Reza por no encontrarte conmigo en un futuro, porque cobraré mi venganza."

Sintió un fuerte latido en su frente, y en su Sharingan.


Escapó del lugar, llegando al Santuario Nakano con el carruaje.

Estaba exhausta y furiosa, pero sobre todo profundamente herida por la pérdida de sus familiares.

Bajo las baldosas del santuario, consiguió atisbar dos objetos brillantes.

Se percató de que ahora percibía las cosas con mayor claridad.

Colocó utensilios de Zenmetsu y una prenda de Kira bajo los relucientes cristales, rezando para que funcionara.

Una luz cegadora invadió el lugar y sus compañeros aparecieron ante ella, vivos.

Dejó la rabia y el dolor a un lado, aliviada de que no hubieran desaparecido para siempre.

Minutos después se desplomó frente a ellos.

Sus ojos, negros de nuevo, se cerraron.

Estaba agotada.

La subieron al carruaje, y los brazos de su madre la envolvieron.

Regresaron a Konoha con una sensación agridulce.

Las cosas habían cambiado.