Skull & Bones; Crónicas de una vida prestada.

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    Nombre Completo: Kaguya Akahoshi
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    Genética y Sangre: Kaguya Ichizoku
    Nivel: 100
    Residencia: Kirigakure no Sato





    b-historia


    Capítulo I
    Muerte, un placer conocerte.



    A pesar de mi aún corta vida, he entendido cosas que la mayoría de gente que me rodea aún no ha siquiera experimentado, incluso contándolo no estoy seguro de si lo entenderían, no basta sólo con eso, habría que estar en mi propia piel para comprenderlo. No quiero aparentar que soy presa de traumas, de arrepentimientos, de cargas pesadas sobre mis hombros o de una tristeza absoluta, ya que no es mi caso particular, simplemente quiero dejar un registro de lo que fue, es y será mi vida por el tiempo que permanezca en éste curioso pero salvaje mundo al que tenemos la idiotizada idea de llamar hogar. Muchos han sido los hombres y mujeres que han dejado huella en la historia, mientras que otros han pasado por ella como un susurro, etéreo. Yo en mi caso, no sé a cuál de las dos posibilidades se dirigirá mi destino, pero quizás a alguien le interese saberlo. Perdonen, me estoy yendo por las ramas, mi nombre es Akahoshi y éstas son mis memorias.

    Nací en la cuna de un clan guerrero que forma parte de Kirigakure no Sato, la aldea oculta de la niebla, ubicada en el tétrico y enigmático país del agua. Kaguya Ichizoku siempre ha sido conocido por la brutalidad en batalla y su falta de táctica y estrategia al afrontar un conflicto. El concepto de familia es diferente para los de nuestro clan, o al menos para el linaje familiar del que provengo. Durante mi propia gestación, en el momento de mi nacimiento, probé la sangre por primera vez, la sangre que me había otorgado mi propia vida, la sangre de mi progenitora, que fue asesinada cuando aún no tenía conciencia sobre mi existencia por el don que la genética me había otorgado; el Kekkei Genkai Shikotsumyaku, que consiste en la capacidad de controlar los huesos a placer, extrayéndolos de mi propio cuerpo y usarlos como herramientas de destrucción masiva. Retomando la historia, salí del vientre de mi madre desgarrando sus órganos internos y provocándole una lenta y dolorosa muerte a causa de los daños y la hemorragia producida. Donde muchos habrían crecido bajo un aura de sufrimiento, arrepentimiento y trauma, yo no sentía nada; Sabía que no estaba bien, pero sencillamente era incapaz de empatizar, las pocas veces que pensé en ello, sólo me invadió una profunda indiferencia.

    SPOILER (click to view)
    C1u7


    A mi padre, tampoco pareció importarle mientras estuvo con vida, o al menos nunca lo demostró frente a mí. Ahora que lo pienso, quizás no lo hizo por temor a represalias... ¿Qué? Ah, ¿no lo mencioné? Perdonen, ahora mismo los pongo en contexto: No todos los miembros del clan Kaguya tienen éste kekkei genkai, de hecho, quienes lo tenemos somos más que respetados, temidos por el resto de miembros del clan, esa también es la razón por la que crecí como una persona solitaria, pero no quiero que se sientan mal por mí, nunca sentí que me hiciera falta nadie más que mi propio ser para estar contento, desarrollé un gusto por mi propia existencia, me gustaba sentarme a la orilla de un lago cercano y observaba mi propio reflejo en él, practicaba extrayendo huesos de mi propio cuerpo y sentía un cierto y extraño placer al hacerlo.

    Lo cierto es que no tengo mucho más que contar sobre ésta primera etapa de mi vida fuera de lo ya mencionado, así fue mi temprana infancia, pero las cosas cambiaron una vez que entré en la academia ninja, pero eso será una historia para otra ocasión...














    Edited by Breitwieser - 2/9/2023, 19:58
     
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    b-historia


    Capítulo II
    No es momento.



    Y ahí estaba yo, con 8 años, en la academia de Kirigakure no Sato, recordando que fue en la época más bien de Chigiri no Sato, los métodos de enseñanza eran, digamos, poco ortodoxos desde la prisma de otras aldeas equivalentes. Siempre fui destacado, algo vago pero destacado al fin y al cabo. Mostraba habilidades necesarias para convertirme en un ninja de Kirigakure de la misma forma que un pavo real muestra sus plumas a su pretendida y, a pesar de ser Kaguya, mostré siempre capacidades estratégicas, perspicacia, lógica y entendimiento, lo cual confundía a los instructores ya que todo lo que sabían de mi clan era que teníamos fama de adoradores de la guerra y la brutalidad. Nunca tuve sentido del humor, no entendía los chistes de mis compañeros, pero tampoco me molestaban, pasaba mis tiempos libres con la compañía de un libro, lo que me hizo desarrollar elocuencia y facilidad con las palabras. "Es un genio, quién lo diría... Un miembro del clan Kaguya con esos peculiares pasatiempos tomando en cuenta su linaje", dijeron. En los combates no me quedaba atrás, al principio no podía controlar mi kekkei genkai afortunadamente para mis compañeros, sin embargo e inconscientemente, podía sentir como mis huesos se endurecían cada vez que daba o recibía algún puñetazo o patada, tumbando algunos dientes y dejándoles inconscientes a muchos de ellos, casi a todos, menos a Honure. No era tan inteligente como yo, tampoco era hábil, pero era resistente, las peleas entre ese enclenque peliazul y yo eran al menos un poco más interesantes que las demás.

    Los días pasaron y comencé a tener gusto por planear combates. Listaba las habilidades de mis semejantes y planeaba de qué manera podría derrotarlos, que estrategias los inhabilitarían, imaginándome los movimientos que harían, elaborando mi curso de acción para estar no uno, sino varios pasos por delante de mis oponentes, desarrollando esa capacidad calculadora en primera instancia y así pasé días, perfectos días hasta que comencé a ser interrumpido por una niña, compañera de la academia que por alguna razón, pensó que necesitaba de su compañía. Cada vez que abría un libro y un cuaderno y me sumergía en mis pensamientos, ella llegaba con un extrovertido saludo, lo cual era irritante, pero no molesto, tenía cierto encanto. Se trataba de una niña delgada con un cabello corto hasta el cuello, tan negro como las horas de los lobos en Kirigakure, oscuras... Sus facciones eran finas, como si fuesen sido talladas y su voz era melodiosa, recuerdo que luego de varios días de ser interrumpido por ella, pensé: Tendrá éxito con los hombres; no sabía lo equivocado que estaba, o quizás en lo profundo de mí, sí que lo sabía.

    Un día que parecía normal, durante un receso en la academia, estábamos la mayoría campo abierto, algunos jugando entre ellos, otros entrenando y yo, como siempre, estaba leyendo mientras elaboraba estrategias contra mis compañeros. De pronto se escuchó una voz fuerte y autoritaria que decía "¡Kirinins! ¡No son más que herramientas! Para eso están formándose y eso es lo que serán. De poco o nada nos sirven débiles en nuestras filas. Nuestros genins deben ser más eficientes que los chûnin de otras aldeas y para eso tenemos ésta tradición... Los últimos en pie son quienes se convertirán en genins de Kirigakure, los demás, serán abono para la tierra. De una u otra forma, todos serán útiles para algo" soltando una risa burlona al final. Al escucharle, salté con velocidad hacia un chico, iniciando un combate que terminó rápido, degollando su cuello para luego mirar a mi alrededor: No era el único que estaba preparado, unos cuantos más también habían hecho el primer movimiento, entre ellos Honure, el Houzuki peliazul y Toshige, un idiota pero hábil chico miembro de mi clan. No sé a cuantos maté, sentía el sabor de la sangre en mi paladar y el ambiente tenía un dejo de tonos rojos en todos lados. Se escuchaban gritos, muchos gritos, algunos de batalla, otros de sufrimiento, otros de muerte. Estuvimos luchando por horas hasta que en determinado momento, luego de caer de un gran salto, me giré para eliminar a la siguiente persona que se cruzó en mi camino, pero me detuve al ver que era la chica que tantas veces me interrumpió cuando calculaba... Esa delgada y guapa chica de pelo corto color azabache. Me giré y vi que Honure luchaba contra Toshigue en un combate a muerte, dándolo todo, parecían parejos, así que me giré nuevamente hacia la chica, dándome cuenta que su expresión era de terror. Estaba bañada en sangre, pero no creo que fuese su propia sangre, tampoco creo que hubiese matado a nadie, por la expresión de sus ojos, se había quedado quieta y en shock, sólo defendiéndose, un susurro rompió el silencio entre ellos, era ella, diciendo "ayúdame..."

    La voz autoritaria de antes volvió a hablar, dando orden de alto, todos nos detuvimos en seco. "Ustedes son los que han sobrevivido. Ustedes son los nuevos y renacidos Kirinins." Todos nos miramos, luego me giré hacia la chica, que aún seguía con los ojos abiertos de par en par cubierta de sangre y con pánico en su mirada. Supe lo que debía hacer. "Éste mundo no es para tí." le dije, señalandole con el dedo índice y disparando un falange como bala hacia su cabeza, apagando su mirada para siempre.

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    b-historia


    Capítulo III
    Venganza animal.




    Los días posteriores a mi graduación fueron sinceramente aburridos. Conocí a Ni y Nikamaru, dos genins de la aldea que se tomaron la molestia de enseñarme muchas cosas, confieso que al principio pensé en matarlos en la primera oportunidad, pero con el paso del tiempo los consideré cada vez más como mis senseis, el concepto de sensei no lo tuve interiorizado hasta que ellos aparecieron. Nikamaru tiene una actitud fría, propia de Kirigakure, mientras que Ni es bastante más callado y reservado, brutal en algunas ocasiones pero en el fondo y aunque eso me incomode, es buena persona, leal. Ambos están obsesionados con ser herramientas ninja útiles para Kirigakure, cosa que no comparto aunque sí profeso por beneficio propio, aunque más adelante me enteraría de lo inocente que fuí al creerles.

    Las misiones que me eran asignadas carecían de importancia, deberes intrascendentales con los que no podía mantenerme ocupado ni tan siquiera cinco minutos de mi tiempo, tal era el nivel, que la pasaba mejor entrenando mi cuerpo y mente antes que las misiones, sin embargo de igual manera las hacía por el dinero... Oh sí, dinero... Pocas cosas superan la sensación de plenitud que la sangre del enemigo y el olor de las monedas... Ese aroma férrico que, ahora que lo pienso, tienen bastante similitud, digo, el olor de la sangre y el dinero. Un buen día llegó una misión que parecía otra tontería más, pero no sabía cuánto me iba a divertir con ella. Tenía que buscar al compañero canino de una persona de influencia: El perro había sido visto por última vez en los alrededores del distrito comercial, así que puse manos a la obra en búsqueda de la mascota. Los cachorros suelen ser curiosos, descuidados, pero en éste caso no había rastro alguno de él, por lo que comenzaron a aflorar sospechas en mi cabeza de que la mano humana tenía que haber intervenido. Continué con la búsqueda, moviéndome con mayor sigilo, escuchando conversaciones de ciudadanos desde el manto que la oscuridad me ofrecía. Las horas pasaron, pero no había encontrado nada aún hasta que escuché a varios individuos hablando sobre pedir un rescate; con sigilo subí a los tejados y me mantuve impacible, escuchando la conversación mientras contaba las siluetas. Eran 5 sujetos, hablando del perro de alguien con dinero y de cómo pedirían rescate a cambio de la vida del animal. Sabía que con esa información, el dueño no tendría problema en pagar lo que hiciera falta a cambio del can, pero no me importó, el perro era insignificante, estaba viendo frente a mis ojos esa oportunidad de diversión que tanto anhelaba, mi corazón comenzó a palpitar cada vez más rápido a medida que les escuchaba, no pude evitar saborear mis propios labios con mi lengua mientras que una sonrisa se dibujaba en mi rostro, por debajo de la máscara, de forma inconsciente, haciendo el típico sonido de una carcajada que se hizo eco, rebotando por las paredes de aquél sombrío callejón. Los civiles voltearon en un suspiro, mientras que me dejé caer hacia el piso mientras que uno de los civiles rompió el silencio - ¿Quién eres? ¿Qué haces ahí, impertinente? - al escucharle, seguí sonriendo, intentando no mostrar lo sobreexcitado que estaba en mi tono de voz - Lo que menos pensé cuando acepté éste contrato es que hubieran personas involucradas en él... - le confesé. - Estoy en búsqueda de ese perro que uno de ustedes sostienen, y me lo darán. - mi mano se dirigió sigilosamente hacia mi estuche porta armas, sacando un kunai del mismo, pero manteniendo las manos ocultas por debajo de mi túnica. Uno de los civiles afinó su vista acercándose un poco a mí, subestimándome uncluso, hasta que divisó la bandana de la aldea. - ¡Es un Genin! - dijo y continuó, - No quiero problemas, démosle al perro. - Me decepcionó escucharle decir eso, pensando por un par de segundos con cierta tristeza reflejada en mis facciones, pero enseguida comencé a negar con la cabeza, - No, no será así... - dije, y seguidamente con un movimiento rápido, desaparecí del rango visual de los secuestradores, usando el manto de la oscuridad como mi aliado, posicionándome muy cerca, ya entre ellos en un abrir y cerrar de ojos, degollando con su kunai el cuello de uno de ellos. - ¡Corran! - gritó uno de ellos cobardemente, pero ya era demasiado tarde... Luego de unos breves segundos, todos habían sido asesinados por mis capaces manos, mientras el cachorro ladraba en la oscuridad. Lo tomé en mis manos, y comencé a caminar para llevarlo con su dueño, sintiendo aún el olor de la sangre, ese peculiar olor tan, pero tan parecido al del dinero que iba en camino de cobrar.

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    b-historia


    Capítulo IV
    Misma moneda, diferentes caras.



    Una leve campana suena a lo lejos en Kirigakure no Sato, el sonido es triste, como si estuviese llorando. Al fondo, en torno a una tumba reciente sin nombre con una cruz amarilla, se encontraba Tsumugi, una aldeana dedicada a la orfebrería, visiblemente nerviosa, acercándose a una puerta grande y completamente cerrada. Tsumugi llamó a la puerta, primero suave, como avergonzada, pero no pasó mucho tiempo para que comenzara a gritar hacia la puerta y golpeándola con los puños desesperadamente, llamando al hijo de un conocido herrero que trabajó para la academia ninja. Una segunda aldeana conocida como Masuyo se acercó a ella tocándole el hombro.

    Masuyo: ¡Tsumugi! ¿Por qué te fuíste sóla y sin avisar?

    Tsumugi hizo caso omiso, mientras seguía golpeando la puerta.

    Masuyo: ¡En esa casa no hay nadie!
    Tsumugi: ¡Escuché que había regresado! ¡Anoche pasó por las calles como una sombra, unos arrieros lo vieron!
    Masuyo: ¿A quién le escuchaste eso, mujer? - Dijo, con un dejo de incredulidad.
    Tsumugi: ¡Al sastre!
    Masuyo: A ese... - La despectividad se notaba en su tono de voz.
    Tsumugi: Sí. Hace poco en la calle se lo decía a unos gakuseis, y yo que estaba detrás del postigo de la casa lo oí.

    Tsumugi, luego de decir ésto, siguió golpeando y llamando al hijo del herrero, mientras Masuyo se esforzaba por intentar detenerla.

    Masuyo: El sastre no hace más que mentir. Te vas a romper las manos inútilmente, la casa está vacía y en ruinas. Desde el último incidente en la academia esa casa permaneció cerrada y así ha seguido...
    Tsumugi: ¡Lo único que sé es que debo ver a ese joven! - Espetó, mientras escudriñaba por las rendijas del portón y por los intersticios de la ventana.
    Masuyo: Si es que está vivo...

    Tsumugi paró de escudriñar, volteándose con la rabia que una persona emocionalmente destrozada siente cuando le rompen sus esperanzas de mejoría.

    Tsumugi: iSí lo está! A cuantos gakuseis o genins que han pasado por aquí, después que toda esa masacre acabó, les he preguntado por él y muchos lo han visto.
    Masuyo: ¿Quién te asegura que es verdad? Cuando se regresa con vida de algo tan espantoso se hablan muchas cosas, y para evitar molestias se asegura que todo el mundo está vivo...

    Mientras Mayuso decía eso, iba poco a poco acariciando el hombro de Tsumugi en un intento por consolarle, a lo que de un manotazo Tsumugi apartó la mano de sus hombros.

    Tsumugi: ¡Déjame con mi esperanza, Masuyo, no me la quites...! El es el único que puede decir lo que fue de mi hijo... De aquí, desde esta calle salieron juntos tras los instructores aquella mañana, juntos lucharon y juntos desaparecieron el mismo día de la prueba final. El hijo del herrero vive, lo sé... Lo han visto... Yo lo creo... Y a su casa debe volver... Pero, ¿y mi hijo? Si la historia que me refirieron es cierta, debe estar vivo en algún sitio.

    Ambas mujeres derramaban gruesas lágrimas desde sus ojos.

    Masuyo: Maldita sea quien te ha contado esas historias.
    Tsumugi: No ha sido uno, sino muchos los que me la han contado... Cuando esa batalla campal finalmente terminó, los dos jounins que estaban solos con él, llamaron a unos gakuseis para que enterraran a los caídos, fueron escogidos mi hijo y el hijo del herrero... Les hicieron jurar que a nadie dirían el sitio de las tumbas, luego les pagaron y los graduaron... Nadie los volvió a ver. Después de todos éstos meses dicen que apareció el hijo del herrero... Pero, ¿y mi hijo? ¿Qué ha sido de mi hijo?
    Masuyo: Ya vendrá, ten paciencia; aún están regresando a sus hogares muchos de los que se daban por perdidos... Han sido años de matanzas, de incendios, de hambre... Todos fuimos aventados por muchos sitios. Como en esas grandes crecidas, ahora es cuando comienzan a recogerse las aguas...
    Tsumugi: Es que hay otra historia...
    Masuyo: No creas ninguna y aguarda...
    Tsumugi: El liciado Keisuke, el domingo, cuando estaba borracho, dijo que a mi hijo Ryuu lo había asesinado un chuunin... Que el hijo del herrero lo sabía.
    Masuyo: No se asesinan gakuseis así sin más...
    Tsumugi: Desde que somos la aldea oculta entre la neblina sangrienta, sí. Lo hemos visto hasta la saciedad.

    Una tercera aldeana, de nombre Hina llega corriendo al sitio donde las dos mujeres estaban reunidas.

    Hina: ¡Gracias a Dios que las encuentro! iHay un joven que espera a Tsumugi!
    Tsumugi: ¿Que un joven me espera? ¿Quién es? ¿Será el hijo del herrero?
    Hina: Por eso venía a buscarlas... No sé quién es... Nunca lo he visto...
    Tsumugi: iEs el hijo del herrero! ¡Seguro que es él! Quiso ir a mi casa antes de venir a la suya...! ¡Sabré de mi hijo...!¡Debo ir allá!

    Decía, completamente eufórica, cuando una cuarta aldeana, ésta vez completamente demacrada, sucia y con la mirada perdida se interponía en el camino de Tsumugi.

    Yaeko: Tú no te irás con los cuentos a los enemigos de Kirigakure.
    Tsumugi: ¿Yaeko? ¿Eres tú?... Yaeko, déjame ir, yo soy Tsumugi. ¡Tsumugi! ¿No me reconoces? Jugamos pequeñas...
    Yaeko: ¡¿Tsumugi?! ¡¿Tsumugi?! - Dice, confundida, intentando recordar, mientras continúa hablando, recuperando un poco la cordura - Esta aldea no era así... fea... Tuvo sus casas blancas, sin manchas de armas y sangre... Tsumugi...

    Yaeko comienza a emular su pasado con Tsumugi, recordando momentos importantes de sus vidas, hace muchos años...

    Yaeko: Tsumugi, Tsumugi, ven para que conozcas a mi novio. . . Ganó cinco cintas en la feria. . . Es tan fuerte como un toro... Tsumugi... Este es mi cuarto hijo, fresco como el pan... Se llama Gohun...

    La mirada de Yaeko vuelve a nublarse, como poseída.

    Yaeko: ¡Jajajajajajaja! No puedes irte... Oyes esas explosiones, esos estruendos y esos gritos... ¡Están peleando en el país del agua! ¡Batalla igual no se ha visto! Los Konohanins comerán tierra y gusanos y para Kirigakure será una nueva vida...!
    Tsumugi: Todo pasó Yaeko... La Guerra ha terminado, las cosas están tranquilas...
    Yaeko: ¿Tranquilas? ¡Hay miles de tumbas con huesos y hormigas! - Repentinamente Yaeko comienza a llorar desconsolada y desgarradoramente, mientras habla hacia Tsumugi - Y en las trincheras hombres muertos... Yo los vi... Eran mis cuatro hijos... Gohun tenía una katana apretada contra el pecho y sonreía... Tetsuya estiraba los brazos hacia adelante y su penacho amarillo estaba tinto de sangre... Kubo cayó boca abajo abrazando la tierra... ¡Cómo le gustaba la tierra...! Tatsumoto en las empalizadas trataba de buscarse las piernas que esos malditos le habían mutilado... Yo los vi... Y arriba volaban los pájaros carroñeros...

    Un largo y aún más desgarrador llanto se mantuvo por segundos que se hacían infinitos, llanto que poco a poco se fue transformando en una carcajada histérica a medida que la mente de Yaeko volvía a nublarse...

    Yaeko: ¡Quién dijo que eran mis hijos!... - Gritó, totalmente iracunda - ¡¿Quién lo dijo?! iNinguno de ellos era nada mío!

    Tsumugi procedió a hablar, temerosa.

    Tsumugi: Cálmate Yaeko...
    Yaeko: ¡No soy Yaeko! ¡Soy la rompefuegos de Kirigakure y con el grado de Jounin al comando del escuadrón más letal del país del agua!
    Tsumugi: Ilumina tu cerebro... Eres Yaeko... Todas esas cosas pasaron... Ya no hay guerra... Perdimos...
    Yaeko: ¡Jajajajaja!, eso quisieran los de Konoha para gozar y hacer un baile...! Yo acabo de ver al Mizukage en primera línea ordenando con voz de bronce: ¡Ataque cerrado, ataque cerrado!
    Tsumugi: Yace envenenado, debatiéndose entre la vida y la muerte.
    Yaeko: ¡Puta mentirosa! ¡No hay veneno que lo asesine! ¿Me oyes?
    Tsumugi: Está en la torre...

    Tsumugi es interrumpida al momento.

    Yaeko: ¡No! ¡ ¡Nadie está en esa torre! ¡Ya corro a buscarlo para que lo veas! ¡Ya voy a buscarlo a la sabana antes del ataque final! ¡Lord Mizukage, venga, Lord Mizukage!

    Yaeko desaparece perdiéndose entre la niebla, mientras sus gritos se van apagando. Las aldeanas se miran entre ellas, para luego ir de camino a hablar con ese hombre que busca a Tsumugi.


    Continuará...




















    Edited by Breitwieser - 8/11/2023, 13:56
     
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    Capítulo IV
    Misma moneda, diferentes caras.
    Parte 2.




    Dos de las tres mujeres llegaron a la casa de Tsumugi, donde afuera se encontraba sentado en un mecedor un hombre. Portaba una guitarra, un bastón, lentes oscuros que tapaban sus ojos y un rostro cansado.

    Tsumugi antes de acercarse más se gira hacia Hina, murmurándole.

    Tsumugi: No es el hijo del herrero…

    Se acerca al hombre con precaución, hablando con suavidad hacia él.

    Tsumugi: ¿Me buscaba?
    Desconocido: ¿Es usted Tsumugi?
    Tsumugi: Sí, y usted, ¿para qué me quiere? ¿Quién es?
    Desconocido: No me conoce… Mi nombre no le diría nada tampoco… Vengo de muy lejos… Pero si algo le recuerda eso, puedo informarle que me decían la rata…
    Tsumugi: ¿Aquí, en Kirigakure?
    La rata: Sí, entre los kirinins… Peleé junto a ellos.

    Tsumugi se queda pensando en ese mote, intentando recordar, moviendo la cabeza negativamente, cuando una de sus acompañantes salta y responde.

    Hina: ¡Ah! Yo sí recuerdo… He oído que ustedes eran doce que acompañaban a uno de los mejores jounins durante la guerra, les decían las fieras de Kirigakure. El tigre, el dragón, el chacal, la pantera… Se portaron tan mal incluso con su propia gente, hicieron tantas insubordinaciones, que el Mizukage los ejecutó.
    La rata: ¡Sí! ¡Los ejecutó, a todos menos a uno…!
    Tsumugi: ¿A usted?
    La rata: Si, a mí, la rata… Lo intentaron, pero sus ataques sólo me atravesaban. Me dejaron vivo y lleno de odio contra el Mizukage.
    Tsumugi: ¿Y para qué me busca?
    La rata: Ahora lo sabrá: La guerra después de la batalla en el país del agua estaba ganada… Todos lo sabían. Al fin Kirigakure levantaría cabeza. No habría más hambre, ni inferioridad. Sólo faltaba tomar Konoha, luego Sunagakure, después todo lo que existe… ¡Pero la cosa se torció!... Ah, pero esa es otra historia… Por mi parte, después de escaparme de los cazadores del Mizukage me refugié en la montaña. Una noche, no sé cómo, llegó hasta mi escondite un hombre…

    A efectos del lector, el paisaje cambia y comienza un flashback que muestra a la rata, con un hombre que se acercaba a él usando un sombrero de paja que cubría casi todo su rostro en una sombra, además de una gruesa capa, sin identificaciones, pero con un aspecto claramente marcial y un tono de voz sumamente siniestro y arrogante.

    Desconocido: ¡Por fin encuentro tu guarida, rata!

    La rata saca una espada, esgrimiéndola en varias direcciones.

    La rata: ¡Un momento! ¿Quién es usted?
    Desconocido: ¡Un enemigo del Mizukage y, un amigo suyo!
    La rata: ¡Yo no tengo amigos!
    Desconocido: ¡Déjate de tonterías y vamos al grano! ¡Tú creías en el Mizukage como en un gran líder! ¡Como el caudillo que quitaría los recursos a Konoha para traerla a Kirigakure! Pero te equivocaste y te mandó a ejecutar con tus camaradas… ¡Lo de que ustedes eran unos saqueadores insubordinados y asesinos fue un pretexto… Sólo deseaba tener la gloria él, y les tenía miedo… Eso es…!
    La rata: El Mizukage no le tiene miedo a nadie…
    Desconocido: ¡A ustedes sí! Por eso los envió con la carroña… Pero, vamos, muchos saben que estás vivo y esperan que te vengues. ¡Tu fama de fiera brava se irá al suelo si nada haces!

    Comienza a reírse son sorna, burlescamente, mientras se mueve en torno a la rata. La rata sigue sus gestos, como si estuviese al acecho.

    Desconocido: ¡Jajajajaja! ¡El Mizukage destruyó a las doce fieras y ni se despeinó! Y ahora la pobre ratita se esconde…

    La rata con furia sorda y sombría le grita al desconocido.

    La rata: ¡¿Quién dice eso?!
    Desconocido: ¡Jajaja! ¡Entre las tropas de Kirigakure! ¡En tu aldea! Hasta los niños hacen canciones al respecto, hace poco oí una…

    El desconocido se pone a cantar a un perfecto ritmo.

    Desconocido: ¡A las fieras neblinosas, el Mizukage ejecutó! ¡Y la rata tembló de miedo y en la montaña se escondió!
    La rata: ¡Nadie ha peleado en esa guerra como yo! ¡Ni la cuenta llevo de a cuántos he asesinado! ¿Acaso he temblado alguna vez?
    Desconocido: ¡Pero después que “resucitaste” aquella mañana tienes miedo!
    La rata: ¡No soy un cobarde! ¡Quien diga eso lo dirá una sola vez!
    Desconocido: ¡El Mizukage lo dice!
    La rata: ¿Cómo lo sabes?
    Desconocido: Se lo he oído. Y no una, sino muchas veces… ¡Cuídese de la rata, le decimos, y él se ríe!
    La rata: Entonces… ¿Tú estás con él?
    Desconocido: Podría decirse… Pero no me mandó a ejecutar como a ti y a los tuyos.
    La rata: Terminemos… ¿Por qué vino hasta aquí? ¿Qué desea de mí?
    Desconocido: Eso es razonable… ¿Cuánto quieres… por… bueno, por enviar al Mizukage al mismo lugar donde él envió a tus amigos?
    La rata: ¡Nada! ¡Yo no mato líderes por dinero!

    El desconocido en un movimiento astuto comienza a burlarse con comentarios que hieren su orgullo.

    Desconocido: ¡Aaaaaay! ¡El Mizukage tiene razón! ¡Sabe lo que dice cuando afirma que eres un cobarde!

    Sin poder aguantar más la sorna, la rata de manera iracunda le responde.

    La rata: ¿¡Dónde está el Mizukage!?
    Desconocido: Planea sitiar Konoha, pero irá a una reunión.
    La rata: ¡Váyase! ¡Váyase! ¡Y diga a los suyos que la rata está viva, y que muerde!
    Desconocido: ¡Ahora sí hablas como el shinobi que eres!
    La rata: Asegúrele a quienes lo han enviado, que el Mizukage no irá a Kirigakure luego de su reunión, quedará muerto allí mismo… ¡Se lo jura la rata, que nunca jura en vano!

    El desconocido sonríe de manera irónica, sabiendo que ha logrado su cometido.

    Desconocido: ¡Sé que eres hombre de palabra!

    El escenario a imaginación del lector vuelve a cambiar, mostrando a Tsumugi y a las demás aldeanas junto a la rata de nuevo, donde estaban antes.

    Tsumugi: Entonces, ¿Tú… tú… fuíste quien envenenó al Mizukage?
    La rata: ¡Sí! ¡Yo y un demonio!

    La rata de manera paranoica comienza a mirar a todos lados inquietamente.

    La rata: El demonio que me ronda por todas partes.
    Hina: ¡Oh, kami sama! – Suelta asustada Hina, quien es muy supersticiosa.
    La rata: Fui a esa reunión y allí estaba… Rodeado por anbus, desde mi escondite los vi… Luego observé la comida, la bebida, caminé hacia ellas, descubrí cuál tomaría el Mizukage, cuando pasé al lado de la bebida intenté envenenarla, pero mis manos no funcionaron, no pude verter el veneno en esa bebida… Y fue entonces cuando intervino el demonio. ¡Sí, el demonio, pues no eché ese veneno en la bebida! Sin embargo, vi como el Mizukage bebía y se tambaleaba, cayó y los Jounins lo rodearon para su resguardo… Y es eso precisamente lo misterioso… Les juro que el veneno estaba intacto en su frasco, completamente intacto… El demonio ha debido estar detrás de mí, dicen que acompañaba siempre a las doce fieras… Por eso quizás sentí un escalofrío cuando iba a verter el veneno en esa copa… Aquello me produjo terror. ¡Entonces hui! ¡Hui tanto que ni yo mismo me encontraba! Fui a diferentes templos de todos los pueblos y aldeas… ¡Recé!... ¡Hice promesas!... La guerra terminó, y con el Mizukage ausente, Kirigakure ha mermado su poder. Un jounin me explicó luego que con Kirigakure triunfante todo habría cambiado… Y óiganme bien, yo era el asesino del Mizukage… Pero mi veneno no fue el que lo postró en cama. Kirigakure fracasó y yo era el asesino… La miseria cayó sobre todos nosotros y yo era el culpable… La injusticia siguió por la aldea y yo la había ayudado… ¿Cuántos hombres han muerto sobre esta tierra con ese mismo veneno que postró en cama al Mizukage? Por eso rezo, y por eso canto canciones tristes sobre esa guerra que perdimos…
    Tsumugi: Aún no comprendo, ¿por qué me busca a mí?
    La rata: Usted tiene un hijo… Ryuu, fue gakusei de los talentosos…

    Los ojos de Tsumugi se abrieron de par en par, y con ansiedad en su voz contestó.

    Tsumugi: ¡Sí! ¡Ryuu es mi hijo…!
    La rata: Cuando el Mizukage cayó, lo buscaron a él y a otro gakusei para que enterraran los cadáveres de varios estudiantes en un sitio secreto y acompañaran al Mizukage. Hecha la operación, nadie los vió más… Supe que Ryuu es de ésta calle, ésta casa… Y he venido para que me diga algo… Algo que sólo él puede decirme.
    Tsumugi: ¿Qué? ¿Qué es eso que sólo mi hijo puede decirle?
    La rata: Si el Mizukage identificó el veneno antes de caer en cama, de que color era, lo que sea… Sólo los anbus que estaban con él y esos dos estudiantes que los acompañaron podrían saber eso…
    Tsumugi: Entonces, ¿usted nunca ha visto a Ryuu después de aquello?
    La rata: No… Sólo por casualidad supe quiénes fueron, sus nombres y de dónde son.

    Tsumugi se encontraba visiblemente desconsolada.

    Tsumugi: Creí… Creí que usted me traería buenas noticias… Tampoco yo lo he visto desde el día en que salió con los instructores a aquel examen final durante la guerra. Todo el tiempo que llevamos de paz he estado buscándolo.
    La rata: Pero, ¿Está vivo?
    Tsumugi: ¡Eso quisiera saber…!
    La rata: ¡Si no está él, niscaré al otro, también es de ésta calle!
    Tsumugi: Tampoco ha vuelto…
    La rata: ¿Tampoco? ¡Ah! Llevo leguas y leguas andadas… Toda la ruina de Kirigakure la traigo en el alma… Y aquí, en ésta calle, esperaba liberarme de mi angustia… Y ahora tendré que seguir buscando… ¡Volver a peregrinar! Tocaré de nuevo y cantaré por los caminos hasta encontrarlos… Debo liberarme de mi angustia.

    El perro se levanta y se va, caminando como si estuviese derrotado, cosa que posiblemente sea así.

    Tsumugi: ¡También yo seguiré buscando! Ojalá estén vivos…
    Hina: Vivos deben estar, pero escondidos, saben muchos secretos…
    Tsumugi: Pero, ¿por qué no me dice a mí, su madre, dónde está?
    Hina: No habrá tenido oportunidad de hacerlo… O estará aguardando que pase más tiempo y todo se olvide.

    Llega Masuyo, con un semblante agitado al sitio.

    Masuyo: Por fin pude liberarme de Yaeko la rompefuego. ¡Tsumugi! ¡Buenas noticias!... Al caserío a las afueras de la aldea, han llegado unos genins que estuvieron en la academia con Ryuu, dicen que a un centro médico de ese caserío regresó enfermo el jounin que los mandaba y que él debe saber del hijo del herrero y de Ryuu…
    Tsumugi: ¿Es cierto eso?
    Masuyo: ¡Cierto! Yo vi uno de los recién llegados…
    Tsumugi: ¡Entonces, vamos allá! Ahora mismo…
    Masuyo: Queda lejos…
    Tsumugi: No importa…

    Las mujeres salen, en búsqueda de aquél comandante del que hablaban, en búsqueda de respuestas.

    Continuará...

















     
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